En la actualidad los niños hablan “casi gritando” para sobreponerse al
ruido ambiental, para hacerse oír, para ser escuchados. En las casas es
habitual que el televisor o el equipo de sonido estén permanentemente
encendidos, igualmente a volúmenes exagerados.
Si los ambientes de la escuela son reverberantes (sonido que rebota en
superficies no absorbentes como suelos de mosaico, paredes sin
revestimiento, techos muy altos), las señales sonoras se hacen borrosas, no se
entienden pierden nitidez. Y como no se comprende lo que se dice, se tiende a
subir el volumen de la voz. Esto les afecta tanto para hablar como para cantar.
De allí la necesidad de concentrar al grupo cuando se realiza alguna actividad
vocal: escucharse bien hará innecesario elevar el volumen y redundará en un
canto, un recitado o un juego expresivo con la voz, sin desgaste ni irritación de
las voces del educador y de los niños
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